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Antecedentes

En Chile, el modelo socioeconómico actual, fue impuesto a sangre, fuego y traición, por el imperio y sus lacayos, como respuesta brutal al desarrollo de la organización popular y conquistas sociales organizadas durante casi todo el siglo XIX, este periodo histórico culmina en la llamada Unidad Popular,  respondiendo este periodo a un proceso de organización de la clase en el campo y la ciudad, este fue cortado de raíz por la dictadura militar para luego ser consolidado por los gobiernos llamados progresistas de la concertación. Este modelo neoliberal de capitalismo exacerbado, tiene a nuestros territorios sometidos en una profunda crisis social, económica y espiritual, siendo Chile uno de los países con mayor nivel de desigualdad en la distribución y concentración de la riqueza, con un Carta Constitucional que resguarda y defiende tanto la propiedad privada y el capital, por sobre los derechos humanos inalienables, como son la educación, salud y vivienda.

El desarrollo del país se basa en un sistema económico basado en el extractivismo y consumo, asegurando y regulando un modelo obsoleto y alienante, cambiando vidas humanas por la acumulación de capital y saqueo de los recursos naturales. Un sistema neoliberal que no regula ni defiende pensiones dignas, tampoco da seguridad a la fragmentada y precarizada clase trabajadora. Un país que sistemáticamente encarcela y mata a su pueblo originario mapuche o cualquier otro intento de organización o rebelión popular.

Esta realidad cultural, social y económica, afecta a la vida de campo ante una casi desapaecida economía familiar campesina, como también en la ciudad, y en esta última, se agudizan los conflictos y las violencias en contra sus habitantes, generando sistemas de sobrevivencia a distintas escalas, obligando a la autoexplotación de los que viven en la ciudad por tener que “endeudarse y pagar por todo”. Generando necesidades falsas, vulnerando cada vez más nuestro desarrollo integral como seres humanxs.

Como resultado, nuestras ciudades adolecen de grandes inequidades urbanas, segregación y fragmentación social, que ha implicado para los sectores populares los más altos costos del crecimiento: el deterioro físico, social y ambiental de barrios y poblaciones, a lo que se agregan limitaciones críticas de acceso al suelo y fenómenos de expulsión urbana sin precedentes.

Por otro lado, en el contexto de una democracia restringida, la ciudadanía en general, tiene escaso poder e incidencia respecto de cómo y dónde vivir; a no tener una salud digna y humanizada, o una educación que garantice la gratuidad y calidad. Las posibilidades de dignificación y desarrollo integral de los territorios, se limitan por los valores del mercado que están presentes en todo nuestro hábitat.

Desde esta realidad, es que las organizaciones sociales territoriales, cooperativismo y economías solidarias, centros comunitarios, organizaciones de base, escuelas abiertas, centros de salud comunitarias y otras formas de organización, apoyo mutuo y de asociación en los territorios, aparecen como una expresión que puede generar ciertas condiciones de cambio, ante este modelo extractivista, consumista y de acumulación de capital

Desde este contexto, en Valparaíso y Santiago, ha sido clave la incorporación de Chile a la Selvihp, Secretaría latinoamericana de vivienda y hábitat popular, organización que trabaja en la producción social autogestionaria del hábitat, definición sinónima a poder popular.

Estos espacios (al igual que otros espacios del Sur y norte del país) han aportado a abrir las perspectivas en la organización territorial y popular, evidenciando que transitar al camino de la autogestión de hábitat en Chile, es posible y necesario.

Este camino se concibe en el marco de transformaciones sociales y políticas mayores, para las cuales consideramos fundamental desarrollar experiencias concretas, que demuestren que las organizaciones sociales pueden llevar adelante proyectos de construcción de hábitat. Esto supone situarse en un paradigma distinto al dominante en nuestra sociedad y sistema económico, fundamentado en el individualismo y los intereses capitalistas. Esta escuela de Autogestión y organización popular busca  mostrar y entregar herramientas para nuestros territorios, rompiendo la lógica imperante de la competencia y la ganancia, trabajando por, para y desde la solidaridad, la confianza, colaboración, y el desarrollo del potencial social y comunitario para generar un hábitat acorde a nuestras potenciales realidades, con un enfoque de derechos sociales, justicia y sustentabilidad.

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